El viejo ya se estaba pudriendo por dentro. Cuando hablaba el aire hedía a físico estiércol.
Edwin B. Quintero
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lunes, 24 de abril de 2017
martes, 18 de abril de 2017
Mentes acuosas
Llegaron a un planeta a miles de años luz de la tierra. Encontraron que la única forma de vida inteligente eran unos charcos, formados en su totalidad por una especie de cerebros liquidos.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Receta para en caso de una guerra nuclear cocinar un gato viejo
La ciudad es arrasada culpa de un accidente con una bomba atómica, que sin querer se le disparo a un país vecino. Un tipo y un gato son los únicos con vida, separados el uno del otro por unos cuantos kilómetros. No tendremos en cuenta cómo fue que sobrevivieron, ni el hecho de que la radiación no les afecte, el asunto de esta historia será que el hombre y el pobre animal tienen mucha hambre.
Pasado un tiempo el gato se ha buscado la vida como mejor puede. Ha sobrevivido comiendo cucarachas, grillos y restos de seres humanos muertos. Innegable que al Michu le ha ido bastante bien, ha sabido arreglárselas y está hasta más gordito. Su panza le salta cuando corre y ha tenido la suerte de encontrar muchos cadáveres, con los que se ha alimentado sin prejuicios. Se ha convertido en un devorador de personas muertas, un carroñero de nuestros restos, tejidos y piel.
Encuentra un brazo y lo lleva a rastras a donde se ubica su refugio: La Carrocería descolorida de un Renault 12 que voló por los aires por el impacto, voló desde la carrera 27 hasta la carrera 14. En el interior del coche empieza a comerse lo que queda del brazo, los deditos mmm están sabrosos, el minino ronronea del festín, y aunque están un poco duros le resultan suficientes para aplacar sus tripas.
Al hombre en cambio le ha ido como a los puercos. Ha sobrevivido masticando únicamente hierba. Por el día camina hasta lo que quedó de la sabana, y en ella pasta en sus desdichados campos como si fuese una vaca. Muy similar a lo que le paso al rey Nabucodonosor. El pobre hombre ya medio loco encuentra la cabeza hueca del enorme morrocoy que antes era un monumento del pueblo y se la coloca como un casco. A veces le invade mas fuerte la locura, tiene pensamientos que golpean su cabeza. Sueña con un trozo de carne asada con papas cosidas, imagina la presa asándose encima de la parrilla, mientras lentamente se dora. Percibe su olor, su nariz es cautiva por el torbellino del sazón. Sus intestinos le dicen: "Échale mano a esa carne antes que te salga una úlcera". El estomago le presiona también y el hombre como en un espejismo alarga la mano para agarrar la presa, la cual cobrando vida reacciona veloz, da un salto y se tira al suelo. Donde le salen largas patas y corre emitiendo de alguna forma esta cacofonía; wiiiipi wiiiipi wiiiipi. Siguiendo la estela de la presa esta ha desaparecido.
No es la primera vez que lo ha asaltado tan rara visión, ya antes se habría batido en duelo de esgrima con una Longaniza.
Por esto que la mente le ha recreado, el tipo ya no aguanta mas, está harto que la comida huya de él. Desesperado grita, tira piedras y se da en la frente con un muro hasta hacerse sangre. Cuando está decidido a cabar con su vida; oye el leve sonido de un maúllo que le distrae, mira hacia abajo y hay un pedazo de gato anaranjado bebiéndose su sangre. Malnacido eres tu otra ves —le grita— y como si del juego del MichusBool se tratara lo avienta por los aires. El gato emite un largo miau de dolor, típico sonido del animal arrojado de una patada a un par de metros.
Su estómago le vuelve hablar: "eso es comida ve por él". Le mira como está echado en el suelo. Decide hacer caso a su apetito, ya que ya no es persona civilizada. Se olvida del amor que se le debe dar a los animales de compañía. Coge el gato pero no cuenta con que el gato se defiende sacando las garras. Sin embargo el hombre antes era un experto en manejar gatos, había devorado en el pasado; "La Enciclopedia ilustrada de cómo pelear con gatos en días aburridos". Ese tratado lo dejó ducho en la materia. Coge al minino por las cuatro patas y aprieta su cuello por encima simulando una mordedura y lo domina.
Ahora el hombre se pregunta cómo prepararlo.
Puede hacerse un gato a la Broaster con papas a la francesa, guisarlo en salsa de tomate, hacerse un sancocho. Se ilusiona con esto, se saborea internamente. Pero luego cae en cuenta que es imposible tales recetas, recuerda que la deflagración ha acabado con todo.
Se le hace mas difícil aún tener que matar al animalito, el no es capaz. Piensa que si fuese un conejo sería sencillo, pues ya se maneja que estos se comen y no da tanto pesar. Pero matar un gato en verdad que trae inquietud. Es una crueldad, los gatos son como pequeñas personitas.
Ah! pero la fuerza del hambre es a veces más poderosa que la moral. Para evitar la mortificación de la conciencia, se le ocurre disfrazar al gato de gallina.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
sábado, 15 de abril de 2017
Frase
Si tuviera hijos en la luna,
cuando bajaran a la tierra
los llamarían lunáticos.
Igual que a su padre.
Edwin B. Quintero
cuando bajaran a la tierra
los llamarían lunáticos.
Igual que a su padre.
Edwin B. Quintero
miércoles, 12 de abril de 2017
Vida inteligente en mi cobija
Existe un mundo entero de criaturas microscópicas habitando en mi cobija.
Tres de las cuales parece que tienen vida inteligente, el resto son un montón
de especies diferentes, animalitos que sólo viven para llenar el buche. Al
parecer no son capaces de verme, no se han dado cuenta que estoy aquí afuera y
que todo su universo es tan sólo una cobija vieja.
La primera especie inteligente son los
Wichus; unas criaturas que han desarrollado un paraguas de tejidos
membranosos, el cual brota a voluntad de su cabeza para protegerse de las lluvia ácida que golpea la
cobija mientras duermo. Tienen tres patas delgadas como un trípode, que pueden
recoger o alargar como mejor les convenga. Su cabeza es un enorme ojo amarillo
transparente y sus brazos carecen de dedos. Debido a la limpidez de su piel, es
que resulta fácil verles al completo los nervios y las conexiones de los
órganos. El paraguas lo llevan incrustado por encima del ojo, conectado con un
tubo de hueso que parte desde el cerebro, sostiene el enorme ojo y hace las
veces de columna vertebral. Son muy raros.
Este sencillo sistema de sostenimiento (el tubo) es muy codiciado por los Klecos; la otra especie inteligente de la cobija y a la que los Wichus tienen mucho miedo. Porque con sus tubos fabrican lanzas para cazar y defenderse de los Yilos, que por otro lado son sus enemigos de toda la vida. No hay duda que es un mundo primitivo, cualquier cobija lo sería. Desde hace tiempo estoy observándoles con mi microscopio adaptado, aún desde que era muy niño. Es un entretenimiento al acostarme, ya hasta les tengo cariño. Me acostumbré a ellos; a su diario vivir, sus fiestas y sus batallas desgarradoras. Luchas intestinas para sobrevivir.
Con mis observaciones he logrado comprender a las tres especies conscientes y he clasificado cerca de noventa sub-especies mas. De los dos reinos, entre animalitos pegajosos y vegetales que cuando se aburren del mismo sitio se cambian de lugar. Pero algo me dice que debe haber mas criaturas, solo que no los puedo ver. Las interacciones, los cambios y el respeto a ciertos territorios me dan a entender que hay otros, debe haber millones quizás.
Este sencillo sistema de sostenimiento (el tubo) es muy codiciado por los Klecos; la otra especie inteligente de la cobija y a la que los Wichus tienen mucho miedo. Porque con sus tubos fabrican lanzas para cazar y defenderse de los Yilos, que por otro lado son sus enemigos de toda la vida. No hay duda que es un mundo primitivo, cualquier cobija lo sería. Desde hace tiempo estoy observándoles con mi microscopio adaptado, aún desde que era muy niño. Es un entretenimiento al acostarme, ya hasta les tengo cariño. Me acostumbré a ellos; a su diario vivir, sus fiestas y sus batallas desgarradoras. Luchas intestinas para sobrevivir.
Con mis observaciones he logrado comprender a las tres especies conscientes y he clasificado cerca de noventa sub-especies mas. De los dos reinos, entre animalitos pegajosos y vegetales que cuando se aburren del mismo sitio se cambian de lugar. Pero algo me dice que debe haber mas criaturas, solo que no los puedo ver. Las interacciones, los cambios y el respeto a ciertos territorios me dan a entender que hay otros, debe haber millones quizás.
Las guerras entre las criaturas se
dan en mayor parte por las invasiones de los territorios por la tribu
contraria. Y yo lo entiendo, cualquiera que viviese en una cobija pequeña,
sucia y rasgada, se daría cuenta que no ofrece mucho espacio. Es mas, a mí mismo
no me alcanza a cubrir por entero. Los pies siempre se me quedan por fuera. Por tal motivo en cierta ocasión pensé en que si les ampliaba el terreno
acabaría con las guerras. Por tanto me hice de dos cobijas de lana de gran
tamaño y las cocí a la cobija original con la aguja gruesa para zapatos, que
conseguí de la caja de herramientas. Después las estiré por completo por toda
la habitación y esperé vigilante a que las criaturas descubrieran los nuevos
continentes. Para gozarme del acontecimiento hice reventar una buena cantidad
de maíz Pira en el microondas, y las acompañé con un litro de gaseosa sabor uva.
Acerqué la mesa a la cama e instalé en ésta mi rústico microscopio, no quería perderme nada. Mientras observaba empecé a preguntarme: ¿Quién sería mi Magallanes?
¿Quién asumiría el papel de Cristóbal Colón? ¿Quiénes pondrían primero la
bandera? ¿Traería paz la nueva tierra? o ¿Originaría una nueva serie de guerras
sangrientas impulsadas por la ambición y la codicia?.
Pero mi propósito se deshizo, pasó una
desgracia grande, la nueva tierra no trajo la paz esperada. Al contrario, el
sistema empeoró. Las criaturas no podían cruzar a las nuevas cobijas, ya que al
parecer existía un poder especial en la vieja cobija que no se traspaso a las nuevas. El
experimento fue un completo desastre. Las cobijas agregadas resultaron ser una
barrera que les impedía cruzar entre ellas. Es decir, al respaldo, a la parte
de abajo o de arriba, según como estuviera dispuesto su mundo. Eso es pura
relatividad.
Solo quedaban abiertas las rutas de los
extremos de la cobija original, pero éstas fronteras eran territorio de Yilos y
quiénes se atrevían a pasar por ahí eran cruelmente masacrados. En lugar de
extender sus dominios y ayudarles a que dejasen de matarse por la falta de
espacio, lo empeoré todo. Dividiendo su mundo, arruinando su comercio y
por si fuera poco; alejando a los seres queridos unos de otros. Se dio una crisis tremenda.
Durante ese breve tiempo, que para mi eran como minutos pero para ellos fueron como largos años de oscuridad. La cobija se tiñó de desolación, había regueros de sangre color anaranjada por muchos
lados, me sentí muy mal por ello, porque las víctimas eran incontables. Me armé
de valor y para restablecer el orden rompí con furia las puntadas de las
cobijas nuevas y las lancé a un lado, sin embargo su mundo no volvió a ser como
antes. Las especies conscientes empezaron a preguntarse qué había pasado,
quién había levantado la barrera y quien la había borrado también de repente. Sintieron un profundo
temor en el corazón. Fue en aquel momento que elevaron las miradas al cielo y
dedujeron, tras un razonamiento simple, que no estaban solos. Había algo
superior fuera de la cobija. También descubrí que a pesar de que ellos no
podían verme, yo sí podía intervenir en sus asuntos y alterar su mundo, lo que
me llevaría a ser como un dios ante ellos. Pero yo como ningún otro ser, no estaba construido para ser como un dios. No obstante quise intentarlo, llevado por mi ego y
deseos de poder. Igual que satanás cuando quiso usurpar la gobernación real del Dios verdadero.
Necesite valerme de algo que me permitiera entenderlos, por supuesto algo que me permitiera dar a conocer quien era yo. Pero como ellos no podían escucharme ni verme, se me ocurrió la idea de re-programar un nanobot (un robot pequeñísimo) con instrucciones precisas. Lo mismo que hizo Jehová cuando envió a Jesús a la tierra.
Tome el muñequito y lo bajé a la superficie de la cobija, rogando que lo pudieran ver. Temía que por ser un ente externo pasara desapercibido o lo ignoraran como a una roca.
Necesite valerme de algo que me permitiera entenderlos, por supuesto algo que me permitiera dar a conocer quien era yo. Pero como ellos no podían escucharme ni verme, se me ocurrió la idea de re-programar un nanobot (un robot pequeñísimo) con instrucciones precisas. Lo mismo que hizo Jehová cuando envió a Jesús a la tierra.
Tome el muñequito y lo bajé a la superficie de la cobija, rogando que lo pudieran ver. Temía que por ser un ente externo pasara desapercibido o lo ignoraran como a una roca.
Mi nanobot era especial, lo diseñé al
tamaño exacto de un Wichu promedio, para que pudiera ser aceptado. Pero también lo
hice más fuerte, para que los Klecos y los Yilos no le despedazaran
—eso creía—. Mi nanobot tenía en la planta de los pies unas agujas, así como la
de los zapatos para la nieve. El propósito de este ingenio era que el nanobot
permaneciera siempre unido o atado a la cobija, para que fuera asimilado por ésta. Tal como pasó con las cobijas nuevas unidas por nailon. Por
fortuna cuando mi nanobot tocó la superficie, las criaturas lo notaron, éste de
inmediato inició la tarea para la cual había sido programado.
Por desgracia a las criaturas les causó
mucho miedo el aparatito parlante, no quisieron escucharlo y me lo levantaron a
piedras hasta desportillarle los circuitos…
... Entonces enfurecí de verdad y en un
ataque de ira levante la cobija con todas las criaturitas que vivían dentro de ella y la introduje en
un balde con agua. Ahogando en el acto a todos ésos mal nacidos hijos de su madre.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
martes, 11 de abril de 2017
Memorias de un amor desorientado
Han pasado muchos años y todavía recuerdo tú desconsolada habitación. Era fría y olía a cebollas frescas y a naranjas apachurradas. Recuerdo la bullaranga de los comerciantes de la plaza del mercado y el chirriar de tu bicicleta de alambres estreñidos, con la cual jugábamos de niños en aquellos días en que todo era fresco y nada parecía real. En tu cuarto tu madre tenía muchas medicinas, un botiquín de palo lleno de jeringuillas desechables, pastillas, jarabes, vitaminas y toda suerte de cremas para ganarles la batalla a los gusanos. Tu piso era de baldosas de barro de colores lúgubres, de las mismas baldosas de barro antiguo que había en la casa de mi abuelo. El cual siempre estaba muy limpio, recién encerado. Había volitas de naftalina debajo de la cama y una colección de zapatos aburridos al frente de la mesa. No es que me importasen sus avejentados zapatos, lo que sucedía es que tenían tantos que cada vez que entraba a tu cuarto por algún trastorno inconsciente me ponía a contarlos. Había tenis de tela, sandalias, botas de cuero, zapatillas, zapatos de colegiala, cotizas de abuela. También tenías un espejo grande que tu madre mando hacer justo a tu altura y que usabas en exclusiva para mirarte por horas. Acuérdate, me detallaste tu extraño comportamiento en la noche para situarte frente al espejo. Comportamiento que ejecutabas porque creías que dentro del espejo alguien te observaba, y tu contenta por completo en tus pucheros más íntimos. Aparte desfilabas para aquél ser invisible, quizás un espíritu maligno (eso me diste a entender para asustarme) yo no te creí… que te iba a creer si te lanzabas en carcajadas terribles y arrebatos incontrolables. Las tardes que pasamos juntos nunca sufrimos. Eran tardes dedicadas a apretarnos las manos y a querer besarnos. Pero no lo hacíamos, porque no sabíamos de eso.
También por largas horas mirábamos las estrellas queriendo conocerlas, soñando con viajes imposibles, hablando con la luna. Una de esas noches me contaste tu secreto, el que causa que tu mirada siempre esté triste, el que impide que no puedas fingir una sonrisa sin que me dé cuenta de ello.
Mi mente no ha querido olvidar tampoco cuando crecimos un poco y por las noches revoloteábamos por las calles de Bucaramanga queriendo ser como novios, aunque nunca lo fuimos realmente. Lástima. Tan raro fue todo que sólo salíamos de noche; como licántropos desorientados nos dedicábamos a corretear por los parques como un par de entes sin esperanza. Eso éramos al fin al cabo, unos condenados atrapados por la carne caída, esclavizados por el pecado, hundidos en este mundo. Éramos como el resto de seres egoístas que solamente viven para sí mismos, para el estómago, para convertir lo que entra por la boca en liberaciones relativas.
A veces iniciábamos batallas con la mugre que se nos atravesaba. Eso era porque me gustaba hacerte maldades. Agarraba las bolsas de la basura y te las aventaba por la espalda buscando enfurecerte, más sin embargo tú hermosa criatura; mujercita traumatizada, hija de lo oscuro y el Heavy Metal; pasaba que corrías y era para vengarte. Y tus venganzas eran realmente crueles. Perfeccionadas por esa malicia indígena que a ratos emergía por tus fluidos y que de alguna forma estupenda te cambiaba el rostro por entero. Por ello fue que me fue de gran inspiración, porque tenías un porte poético que nunca pude comprender, como el de aquella pintura en la que aparece una dama antigua. Tu rostro transmutaba y a veces se veía tan indescifrable que me revolvía las neuronas, así como lo hacían los escritos de Borges cuando no lograba entenderle. Gracias a tal desorden recuperé el don de la infancia. Fue entonces cuando mi mente me volvió a soltar poesías insolubles y se me dio por pintarte. Y en tu cuadro logre captar el miedo de tus ojos que fue lo más difícil, junto con la tristeza de aquel que sabe que se va morir. Fue muy grato conocerte, lo que no recuerdo es cuando pasó tal evento. Ese instante cuántico en el que nos miramos la cara para leernos las palabras ha desaparecido de mi memoria. Lo extraño es que sí retuve con claridad la primera vez que te vi de adulta. Venías saliendo de la Universidad acompañada por dos de tus compañeras manteniendo una charla concentrada. Esa tarde tuve la sensación de que eras algo nuevo, no te reconocía. Por lo que tuve el pensamiento de que te iba a conocer, y que eras una mujer madura, algo linda, no mucho, pero si algo, peor es nada. Por eso y por lo otro me fijé bien en ti. Llevabas puesta una falda larga color café claro (la misma falda que te vi muchas veces en la reunión) y una blusa blanca con algo bordado enfrente. Tu cabello medio mono, medio naranja, medio rojo, medio alguna cosa. Lo llevabas abierto hacia los lados, tocándote los hombros apenas con unas minucias. Esa vez no me miraste, no supiste que existía, pasaste por mi lado y te desvaneciste en la multitud. Una brisa desprendió unas flores blancas de lo alto de un árbol de mentracas y olvidé el momento casi al instante.
Recuerdo que estuvimos mucho tiempo enamorados como inocentes chiquillos. Engañándonos, escondiéndonos en las sombras como si Jehová no pudiera vernos. Andábamos buscando sitios lejanos, apartados de todo, en el abismo. Anduvimos perdidos por el bosque silvestre de Girón, los rastrojos del aeropuerto, las discos de la miseria, los conciertos de rock para pobres, las bancas sin iluminación del parque de los niños, las fiestas del grupo Umpala, los precipicios donde la ciudad termina, el puente peatonal de la 27, las escaleras de edificios desolados, tu casa. Siempre me sentí muy bien cuando jugaba contigo en tu casa. No quedó calle de la bonita que no conocieran nuestros pasos, ni evento que desaprovecháramos. Pasábamos horas buscando diversión, para con eso olvidarnos de lo que se nos dio a conocer, después de haber sido seleccionados por alguna especie de escaneo cardíaco. Porque ellos dos, debieron de haber hallado algo de corazón acá dentro. Todo para nada, pues tú y yo, solo queríamos olvidar nuestro propósito para seguir viviendo como el resto de sonámbulos que sirven a la autoridad del aire. Fue en aquel entonces cuando nos mezclamos entre las muchedumbres apesadumbradas y volvimos a gemirle a la luna.
Y pasaron más años, y ya acabados nuestros huesos te volví a ver. Te vi a lo lejos, en aquella asamblea en el estadio. Y Volvimos, ¡ambos a Jehová volvimos!. Pero no quise acercarme, no te busque. Para que, si te veias súper feliz de la mano de ese señor elegante. ¡Que alegría!.
Edwin B. Quintero
También por largas horas mirábamos las estrellas queriendo conocerlas, soñando con viajes imposibles, hablando con la luna. Una de esas noches me contaste tu secreto, el que causa que tu mirada siempre esté triste, el que impide que no puedas fingir una sonrisa sin que me dé cuenta de ello.
Mi mente no ha querido olvidar tampoco cuando crecimos un poco y por las noches revoloteábamos por las calles de Bucaramanga queriendo ser como novios, aunque nunca lo fuimos realmente. Lástima. Tan raro fue todo que sólo salíamos de noche; como licántropos desorientados nos dedicábamos a corretear por los parques como un par de entes sin esperanza. Eso éramos al fin al cabo, unos condenados atrapados por la carne caída, esclavizados por el pecado, hundidos en este mundo. Éramos como el resto de seres egoístas que solamente viven para sí mismos, para el estómago, para convertir lo que entra por la boca en liberaciones relativas.
A veces iniciábamos batallas con la mugre que se nos atravesaba. Eso era porque me gustaba hacerte maldades. Agarraba las bolsas de la basura y te las aventaba por la espalda buscando enfurecerte, más sin embargo tú hermosa criatura; mujercita traumatizada, hija de lo oscuro y el Heavy Metal; pasaba que corrías y era para vengarte. Y tus venganzas eran realmente crueles. Perfeccionadas por esa malicia indígena que a ratos emergía por tus fluidos y que de alguna forma estupenda te cambiaba el rostro por entero. Por ello fue que me fue de gran inspiración, porque tenías un porte poético que nunca pude comprender, como el de aquella pintura en la que aparece una dama antigua. Tu rostro transmutaba y a veces se veía tan indescifrable que me revolvía las neuronas, así como lo hacían los escritos de Borges cuando no lograba entenderle. Gracias a tal desorden recuperé el don de la infancia. Fue entonces cuando mi mente me volvió a soltar poesías insolubles y se me dio por pintarte. Y en tu cuadro logre captar el miedo de tus ojos que fue lo más difícil, junto con la tristeza de aquel que sabe que se va morir. Fue muy grato conocerte, lo que no recuerdo es cuando pasó tal evento. Ese instante cuántico en el que nos miramos la cara para leernos las palabras ha desaparecido de mi memoria. Lo extraño es que sí retuve con claridad la primera vez que te vi de adulta. Venías saliendo de la Universidad acompañada por dos de tus compañeras manteniendo una charla concentrada. Esa tarde tuve la sensación de que eras algo nuevo, no te reconocía. Por lo que tuve el pensamiento de que te iba a conocer, y que eras una mujer madura, algo linda, no mucho, pero si algo, peor es nada. Por eso y por lo otro me fijé bien en ti. Llevabas puesta una falda larga color café claro (la misma falda que te vi muchas veces en la reunión) y una blusa blanca con algo bordado enfrente. Tu cabello medio mono, medio naranja, medio rojo, medio alguna cosa. Lo llevabas abierto hacia los lados, tocándote los hombros apenas con unas minucias. Esa vez no me miraste, no supiste que existía, pasaste por mi lado y te desvaneciste en la multitud. Una brisa desprendió unas flores blancas de lo alto de un árbol de mentracas y olvidé el momento casi al instante.
Recuerdo que estuvimos mucho tiempo enamorados como inocentes chiquillos. Engañándonos, escondiéndonos en las sombras como si Jehová no pudiera vernos. Andábamos buscando sitios lejanos, apartados de todo, en el abismo. Anduvimos perdidos por el bosque silvestre de Girón, los rastrojos del aeropuerto, las discos de la miseria, los conciertos de rock para pobres, las bancas sin iluminación del parque de los niños, las fiestas del grupo Umpala, los precipicios donde la ciudad termina, el puente peatonal de la 27, las escaleras de edificios desolados, tu casa. Siempre me sentí muy bien cuando jugaba contigo en tu casa. No quedó calle de la bonita que no conocieran nuestros pasos, ni evento que desaprovecháramos. Pasábamos horas buscando diversión, para con eso olvidarnos de lo que se nos dio a conocer, después de haber sido seleccionados por alguna especie de escaneo cardíaco. Porque ellos dos, debieron de haber hallado algo de corazón acá dentro. Todo para nada, pues tú y yo, solo queríamos olvidar nuestro propósito para seguir viviendo como el resto de sonámbulos que sirven a la autoridad del aire. Fue en aquel entonces cuando nos mezclamos entre las muchedumbres apesadumbradas y volvimos a gemirle a la luna.
Y pasaron más años, y ya acabados nuestros huesos te volví a ver. Te vi a lo lejos, en aquella asamblea en el estadio. Y Volvimos, ¡ambos a Jehová volvimos!. Pero no quise acercarme, no te busque. Para que, si te veias súper feliz de la mano de ese señor elegante. ¡Que alegría!.
Edwin B. Quintero
Melodía para los principes
Para Daira y Miguel...
Melodía para los príncipes
En su corcel por entre las flores,
tulipanes y girasoles.
Va el caballero andante,
tiene cabello,
fresco el semblante.
Va cumpliendo un sueño antiguo,
se lo ha ganado,
por su abnegación,
amor real al prójimo y sacrificio.
De sombrero y fiel talante,
se siente contento,
es un hombre muy atento.
Generoso, bondadoso, un maestro.
De jóvenes y viejos,
que a él y esposa adoptan,
como padres y refugio.
Se esfuerzan bastante,
por hacerlos progresar,
que salgan adelante,
En los asuntos de Jehová.
Él va en busca de su amada,
que con delfines juega,
desde la tarde hasta la alborada.
Su corazón salta cuando la ve,
es hermosa y delgada,
parece salir de un recuerdo,
de una fotografía,
de un momento,
ó de aquella vez,
en que le dio su primer beso.
en que le dio su primer beso.
Tienen como un amor de niños,
de dejar rosas en la puerta,
Escribirse papelitos.
Ella se ha puesto un vestido largo,
como de cuentos imaginados,
se siente una princesa.
Precursores preciosos
que son como herramientas
para pulir corazones
eliminar cegueras.
Caminantes de las buenas nuevas,
van tocando puertas,
ayudantes del señor
ya nunca habrá mejor misión.
Cuanto han hecho por nosotros
una vida entera al servicio del reino
no han buscado riquezas
por cariños más valiosos
la amistad de Jehová
saber que son queridos en todo lugar a donde van.
Con que les pagara Jehová?
con piel y hueso fuerte
mejillas rosadas
sonrisas trasparentes
sonrisas trasparentes
dulces carcajadas
fabricados en su vientre.
Se les ve bajando frutas
con los hijas de Cervantes
las niñitas de Quintero
los críos de Noé
la descendencia de Abel.
de aquí para allá
debido a su enorme felicidad.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Anomalía Temporal
Fuente: http://www.radioactiva.cl/2015/10/ |
Mi llegada al Coagulo fue sorpresiva, como si me acabaran de
parir. Sí, aparecí de repente dentro de un armatoste que era como un ataúd con
ruedas, forrado por dentro con telas baratas de colores lúgubres. Sostenía en mi
mano derecha un tiquete lila, solo mirarlo me mareaba. En la otra mano llevaba un ciento de bolsas para
vómito, el cual nunca supe quien me las había dado. Las luces del interior
apagadas permitían concentrar la atención en el televisor de abordo, encendido
este se inundaba con cucuyitos grises
por falta de señal. Al principio no pude entender qué hacía dentro del
nauseabundo transporte, pero me vine a dar cuenta que era como una "anomalía temporal" cuando pasaron cinco años y no llegaba a ninguna parte. Además
conmigo había más personas, nos hacíamos compañía entre todos.
Por un tiempo se
me zafaron algunos tornillos, cualquiera en mi situación se veria afectado. Yo enloquecí como ningún loco, y me tomé el
autobús a mis anchas. Gritaba, insultaba, me daba en la cabeza contra
las ventanas y golpeaba el palabristas mientras el conductor permanecía impávido. Había perdido el juicio por
completo, no era para mas, el aburrimiento que sentía era inmenso, no se podía
comparar a ningún otro sentimiento que antes hubiera experimentado. Era como ver novelas mexicanas eternamente y mucho peor. Como no
podía escapar de ninguna forma, decidí combatir el tedio a
como diera lugar. Con miras a esto tomé una caja de cartón y la desarmé, luego
la enrollé en forma de cono y con ella le daba de totasos a los pasajeros por
diversión. Tenga un calvaso para usted porque me cayó mal de entrada, otro para
la señora de la mitad por hablar tanto durante el viaje y a nadie le importa los chismes que usted trae. Deje dormir. Uno para usted por usar dos puestos como cama, dos
para la madre que no es capaz de callar a su bebé y otros tantos para todo el
mundo, por cochinos, por tener el baño como una poza séptica. Y así les daba duro a todos y en
eso me la pasé durante varios meses, aprovechándome de la buena voluntad de mis
compañeros de viaje, o mejor; de su indiscutible estupidez, debido a qué todos
se comportaban como unos grandes idiotas. Ya que no protestaban por nada de lo
que yo les hacía. Podía fregarles la vida a mi antojo, no dejarlos dormir, Y quitarles la comida. Y los tontos seguían como si nada, eran como zombis. Descubrí
incluso que no sabían que estaban atrapados y mucho menos que estaban en este
vórtice revuelto. Todos aún pensaban que viajaban hacía algún destino en
particular. Cinco o más años dentro del autobús y seguían convencidos que
pronto habrían de llegar a su destino. Había una muchachita -muy linda ella por
cierto-, que creía que iba para Bogotá a pasar las vacaciones con sus papas.
Una pareja de recién casados esperaban llegar a Cartagena de Indias -a la luna
de miel quizás-, una viejita iba para Cúcuta a vender una casa, y por no hablar
de todos; había un oriental que esperaba llegar a Tokio, este chino ni hablar, si que andaba
perdido, seguro fue que se equivocaron cuando le vendieron el pasaje. Menos mal
que no hay políticos abrazando con hipocresía, ni curas echando la señal de la
muerte, o sino la cosa sería peor.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Frecuencias Ocultas
Dos siglos después de
qué las frecuencias sinápticas de su cerebro fueron encriptadas por su
subconsciente con el afán de prolongarse al fin estaban siendo decodificadas.
El rostro del Hacker que logró tal prodigio se tornó pálido frente a la
pantalla de rayos catódicos cuyas proyecciones inusitadas lo habían sacado de
este universo. Meditabundo, trémulo y lleno de pensamientos que no le
pertenecían tomó valor de donde pudo y se dejó llevar por la perspectiva
magnífica de aquel genio. Sus ojos fulguraban como cobre caliente y un
estiramiento lento de la boca anunciaba una carcajada de satisfacción y locura.
Gozo sublime derivado de la pasión casi orgásmica que experimentaba. Beethoven
había vuelto a la vida.
Todo empezó por casualidad; Ewin Hawking (nickname de un Hacker
incomprendido, aislado, adicto a los juegos de rol y a la casería ilegal de
gatos nocturnos) tras varios meses de ataques de paquetes había conseguido
tomar el control de varios de los servidores del Pentágono. En estas
plataformas encontró una fortuna en secretos de estado, planos de armas y
equipos, archivos secretos de todo tipo que vendidos al postor apropiado
constituían buena pasta, dinero fácil en cantidades no vistas. Sin embargo Ewin
Hawking no era como aquellos Hackers que sólo buscan el dinero como meta para
alcanzar la gloria, para Ewin el éxito estaba en adquirir conocimiento.
Descubrir la verdad.
De tanta información
sólo se intereso en un archivo; The
Beethoven Project. Que trataba de un mensaje oculto que habían descubierto
unos científicos en las sinfonías del compositor. Eran como unas extrañas
ondulaciones asimétricas que aparecían y desaparecían cuando las obras
musicales eran interpretadas. Lo interesante resultaba en que las frecuencias
mantenían un consonancia, trepidaban llevando una secuencia lógica rigurosa.
Altos y bajos que con el programa apropiado podrían convertirse a binarios.
Bits.
Ewin Hawking tras
extraer los archivos se entregó por entero a su descubrimiento, canceló el
semestre en la universidad y se olvidó del mundo, incluso hasta de su novia;
una flaquita encantadora de la cual
recibió por tal comportamiento constantes protestas y llamadas de quejas. No le importo, tenía un objetivo claro, un reto. Descencriptar el
mensaje que Beethoven había camuflado en sus obras para las generaciones
futuras.
Ewin Hawking decidió
encerrarse hasta que el mensaje quedara revelado. Pensó que sólo sería cuestión
de días. Esperar hasta que el software de espectrografía que había desarrollado
calculara las ecuaciones e hiciera la conversión. Pero esos días se
convirtieron en meses, aún años. La novia lo abandono, el pelo le creció como
el de Einstein, los dientes se le pusieron amarillos, su casa se volvió
ignominia pura y las cucarachas desesperadas no hallaban ya lugar para
acomodarse.
Luego del tiempo mencionado, el software de espectrografía
destronó las ondas y consiguió hacer lo que los hackers del underground al ser convocados por Ewin no consiguieron; la
conversión al sistema binario de las frecuencias inusitadas.
Los Bits se convirtieron en algo nunca pensado,
un pictograma del entonces, del pasado de un ser oculto detrás de la mente. En
palabras más sencillas; la conciencia del compositor estaba ahí de nuevo. Esta
vez en una intrincada y energizada plataforma digital.
Edwin B. Quintero
Derechos Reservados
edwinbladimir@gmail.com
Derechos Reservados
edwinbladimir@gmail.com
domingo, 9 de abril de 2017
El Propósito de los Mosquitos
Es bueno que Dios haya creado los mosquitos,
así tenemos un entretenimiento,
una diversión para antes de acostarnos.
Como una especie de vídeo
juego.
edwinbladimir@gmail.com
Frase
Una mentira, un desprecio, es suficiente para perder el interés por alguien.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Frase
En este mundo la mayoría de las personas están con la persona equivocada.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Frase
Se necesita tan sólo una idea brillante para salir del mugre, claro que también puede uno bañarse.
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com
jueves, 6 de abril de 2017
Eso dijo mi tío
Eso dijo mi tío
Creo que puedo cruzar la avenida corriendo....
eso fue lo que dijo mi tío.
Ese rottweiler no creo que muerda...
eso fue lo que dijo mi tío.
Le voy a quitar la novia al carnicero ...
eso fue lo que dijo mi tío.
A que soy capaz de poner la moto a 180...
eso fue lo que dijo mi tío.
Sera que la escopeta esta cargada...?
eso fue lo que dijo mi tío.
Probemos esos frutos raros haber a que saben...
eso fue lo que dijo mi tío.
Dicen que ese terreno esta minado...
eso fue lo que dijo mi tío.
No creo que un poco de licor sea malo de vez en cuando...
eso fue lo que dijo mi tío.
Me daré unas vacaciones antes del fin....
eso fue lo que dijo mi tío.
Pobresito mi tío tan buena gente que era...
Ahora yace muerto.
Edwin B. Quintero
Creo que puedo cruzar la avenida corriendo....
eso fue lo que dijo mi tío.
Ese rottweiler no creo que muerda...
eso fue lo que dijo mi tío.
Le voy a quitar la novia al carnicero ...
eso fue lo que dijo mi tío.
A que soy capaz de poner la moto a 180...
eso fue lo que dijo mi tío.
Sera que la escopeta esta cargada...?
eso fue lo que dijo mi tío.
Probemos esos frutos raros haber a que saben...
eso fue lo que dijo mi tío.
Dicen que ese terreno esta minado...
eso fue lo que dijo mi tío.
No creo que un poco de licor sea malo de vez en cuando...
eso fue lo que dijo mi tío.
Me daré unas vacaciones antes del fin....
eso fue lo que dijo mi tío.
Pobresito mi tío tan buena gente que era...
Ahora yace muerto.
Edwin B. Quintero
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