Dos siglos después de
qué las frecuencias sinápticas de su cerebro fueron encriptadas por su
subconsciente con el afán de prolongarse al fin estaban siendo decodificadas.
El rostro del Hacker que logró tal prodigio se tornó pálido frente a la
pantalla de rayos catódicos cuyas proyecciones inusitadas lo habían sacado de
este universo. Meditabundo, trémulo y lleno de pensamientos que no le
pertenecían tomó valor de donde pudo y se dejó llevar por la perspectiva
magnífica de aquel genio. Sus ojos fulguraban como cobre caliente y un
estiramiento lento de la boca anunciaba una carcajada de satisfacción y locura.
Gozo sublime derivado de la pasión casi orgásmica que experimentaba. Beethoven
había vuelto a la vida.
Todo empezó por casualidad; Ewin Hawking (nickname de un Hacker
incomprendido, aislado, adicto a los juegos de rol y a la casería ilegal de
gatos nocturnos) tras varios meses de ataques de paquetes había conseguido
tomar el control de varios de los servidores del Pentágono. En estas
plataformas encontró una fortuna en secretos de estado, planos de armas y
equipos, archivos secretos de todo tipo que vendidos al postor apropiado
constituían buena pasta, dinero fácil en cantidades no vistas. Sin embargo Ewin
Hawking no era como aquellos Hackers que sólo buscan el dinero como meta para
alcanzar la gloria, para Ewin el éxito estaba en adquirir conocimiento.
Descubrir la verdad.
De tanta información
sólo se intereso en un archivo; The
Beethoven Project. Que trataba de un mensaje oculto que habían descubierto
unos científicos en las sinfonías del compositor. Eran como unas extrañas
ondulaciones asimétricas que aparecían y desaparecían cuando las obras
musicales eran interpretadas. Lo interesante resultaba en que las frecuencias
mantenían un consonancia, trepidaban llevando una secuencia lógica rigurosa.
Altos y bajos que con el programa apropiado podrían convertirse a binarios.
Bits.
Ewin Hawking tras
extraer los archivos se entregó por entero a su descubrimiento, canceló el
semestre en la universidad y se olvidó del mundo, incluso hasta de su novia;
una flaquita encantadora de la cual
recibió por tal comportamiento constantes protestas y llamadas de quejas. No le importo, tenía un objetivo claro, un reto. Descencriptar el
mensaje que Beethoven había camuflado en sus obras para las generaciones
futuras.
Ewin Hawking decidió
encerrarse hasta que el mensaje quedara revelado. Pensó que sólo sería cuestión
de días. Esperar hasta que el software de espectrografía que había desarrollado
calculara las ecuaciones e hiciera la conversión. Pero esos días se
convirtieron en meses, aún años. La novia lo abandono, el pelo le creció como
el de Einstein, los dientes se le pusieron amarillos, su casa se volvió
ignominia pura y las cucarachas desesperadas no hallaban ya lugar para
acomodarse.
Luego del tiempo mencionado, el software de espectrografía
destronó las ondas y consiguió hacer lo que los hackers del underground al ser convocados por Ewin no consiguieron; la
conversión al sistema binario de las frecuencias inusitadas.
Los Bits se convirtieron en algo nunca pensado,
un pictograma del entonces, del pasado de un ser oculto detrás de la mente. En
palabras más sencillas; la conciencia del compositor estaba ahí de nuevo. Esta
vez en una intrincada y energizada plataforma digital.
Edwin B. Quintero
Derechos Reservados
edwinbladimir@gmail.com
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