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miércoles, 24 de enero de 2018

Receta para en caso de una guerra nuclear cocinar un gato viejo

La ciudad es arrasada culpa de un accidente con una bomba atómica, que sin querer se le disparo a un país vecino. Un tipo y un gato son los únicos con vida, separados el uno del otro por unos cuantos kilómetros. No tendremos en cuenta cómo fue que sobrevivieron, ni el hecho de que la radiación no les afecte, el asunto de esta historia será que el hombre y el pobre animal tienen mucha hambre.

Pasado un tiempo el gato se ha buscado la vida como mejor puede. Ha sobrevivido comiendo cucarachas, grillos y restos de seres humanos muertos. Innegable que al Michu le ha ido bastante bien, ha sabido arreglárselas y está hasta más gordito. Su panza le salta cuando corre y ha tenido la suerte de encontrar muchos cadáveres, con los que se ha alimentado sin prejuicios. Se ha convertido en un devorador de personas muertas, un carroñero de nuestros restos, tejidos y piel.

Encuentra un brazo y lo lleva a rastras a donde se ubica su refugio: La Carrocería descolorida de un Renault 12 que voló por los aires por el impacto. En el interior del coche empieza a comerse lo que queda del brazo, los deditos mmm están sabrosos, el minino ronronea del festín, y aunque están un poco duros le resultan suficientes para aplacar sus tripas.

Al hombre en cambio le ha ido como a los puercos. Ha sobrevivido masticando únicamente hierba. Por el día camina hasta lo que quedó de la sabana, y en ella pasta en sus desdichados campos como si fuese una vaca. Muy similar a lo que le paso al rey Nabucodonosor. El pobre hombre ya medio loco encuentra la cabeza hueca del enorme morrocoy que antes era un monumento del pueblo y se la coloca como un casco. A veces le invade mas fuerte la locura, tiene pensamientos que golpean su cabeza. Sueña con un trozo de carne asada con papas cosidas, imagina la presa asándose encima de la parrilla, mientras lentamente se dora. Percibe su olor, su nariz es cautiva por el torbellino del sazón. Sus intestinos le dicen: "Échale mano a esa carne antes que te salga una úlcera". El estomago le presiona también y el hombre como en un espejismo alarga la mano para agarrar la presa, la cual cobrando vida reacciona veloz, da un salto y se tira al suelo. Donde le salen largas patas y corre emitiendo de alguna forma esta cacofonía; wiiiipi wiiiipi wiiiipi. Siguiendo la estela de la presa esta ha desaparecido.

No es la primera vez que lo ha asaltado tan rara visión, ya antes se habría batido en duelo de esgrima con una Longaniza.

Por esto que la mente le ha recreado, el tipo ya no aguanta mas, está harto que la comida huya de él. Desesperado grita, tira piedras y se da en la frente con un muro hasta hacerse sangre. Cuando está decidido acabar con su vida; oye el leve sonido de un maúllo que le distrae, mira hacia abajo y hay un pedazo de gato anaranjado bebiéndose su sangre. Malnacido eres tu otra ves —le grita— y como si del juego del MichusBool se tratara lo avienta por los aires. El gato emite un largo miau de dolor, típico sonido del animal arrojado de una patada a un par de metros.

Su estómago le vuelve hablar: "eso es comida ve por él". Le mira como está echado en el suelo. Decide hacer caso a su apetito, ya que ya no es persona civilizada. Se olvida del amor que se le debe dar a los animales de compañía. Coge el gato pero no cuenta con que el gato se defiende sacando las garras. Sin embargo el hombre antes era un experto en manejar gatos, había devorado en el pasado; "La Enciclopedia ilustrada de cómo pelear con gatos en días aburridos". Ese tratado lo dejó ducho en la materia. Coge al minino por las cuatro patas y aprieta su cuello por encima simulando una mordedura y lo domina.

Ahora el hombre se pregunta cómo prepararlo.

Puede hacerse un gato a la Broaster con papas a la francesa, guisarlo en salsa de tomate, hacerse un sancocho. Se ilusiona con esto, se saborea internamente. Pero luego cae en cuenta que es imposible tales recetas, recuerda que la deflagración ha acabado con todo.

Se le hace mas difícil aún tener que matar al animalito, el no es capaz. Piensa que si fuese un conejo sería sencillo, pues ya se maneja que estos se comen y no da tanto pesar. Pero matar un gato en verdad que trae inquietud. Es una crueldad, los gatos son como pequeñas personitas.

Ah! pero la fuerza del hambre es a veces más poderosa que la moral. Para evitar la mortificación de la conciencia, se le ocurre disfrazar al gato de gallina.



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