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miércoles, 1 de marzo de 2017

Operación Margarita

Esta no es Margarita, es Luna. 
No siempre fui bueno con los animales, de niño participe en un evento del cual me siento hoy arrepentido. Aunque debo confesar sin temor a que me juzguen mal, que también al recordarlo me causa un poco de risa. La operación margarita.
Margarita era una perra de segunda mano, producto de la mezcla de un Frespuder con perro chirrette. No era para nada bonita, se veía mejor una bolsa de basura (rota por abajo) que esta criatura. Con el tiempo la perra se convirtió en un problema, pues le dio sarna y su horror y hedor aumento a niveles insoportables. Mi hermano a quien ese tiempo le decíamos “Hicha” por su parecido con los chimpancés, se le fijo en la mente la idea de que debíamos deshacernos de ella por vergüenza. Y también porque quería traer otro perro a casa, uno mas grande, de raza, un perro de esos que llaman finos que pudiera sacar con una correa por la avenida para chicanear. Ademas Margarita tenia un defecto grande; le gustaba defecar encima de las camas. Bien fea la condenada, con sarna y de ñapa defecadora, eso era suficiente; teníamos bases solidas para juzgarla. Hasta mi papá estuvo de acuerdo. No seria fácil, pues mi mamá si la quería así toda enferma, y no le importaba que fuera un peligro para sus hijos. La margarita era como una hija para ella, tenía la misma afección que mi hermana por aquel gato maligno que ayudamos a suicidarse. Con la diferencia que Margarita gozaba de una mejor posición que aquel. La perrita tenia su lugar bien establecido en la casa, ah pues "la consentida". " tan linda como le luce esa costra en la cabeza... la sarnosa consentida de la casa".
El día de la perra llego, la mañana lucia despejada, cuando el camión de la basura paso por la casa Margarita salio corriendo a ladrarle, se me cruzo por la mente un pensamiento malvado “que tal si nos ahorramos el esfuerzo y la lanzo adentro”. Mi madre mientras tanto hacia maletas, luego baño la niña gordita y le recojio los churcos con una moña amarilla de mariposa, la vistió con un vestido de encajes y paso atender a su segunda hija. Todo era perfecto, cuando volvieran del viaje le diríamos que la perra se fue una tarde detrás de unos perros y no volvió “se desapareció esa muergana, andaba alborotada”. La operación margarita al fin!, al fin!; después de tantos meses de ser planeada se llevaría a cabo y tendríamos éxito seguro. Era imposible fallar teniendo tantas cosas a nuestro favor; La casa sola, mi mamá y mis hermanas a trescientos kilómetros, el auto tenía gasolina y mi papá apoyándonos, incluso para que no desistiéramos en la ejecución de margarita; nos prometió quinientos pesos en monedas de cinco, por colaborar en tan malvado crimen. Eso era una fortuna a los siete años. .
Mi papá luego de llevar a su costilla al terminal se vino volando. Agarramos la perra y la subimos al baúl de su Mazda 323 modelo 84 de color dorado. Nos subimos y arrancamos pa Gamarra. Cuando me entere que esta era la ruta yo me empece a preocupar; "margarita sabría nadar?" "si le atamos un ladrillo a una patica podrá respirar?". La perrita chillaba y chillaba, ella sabia de nuestras negras intenciones. “Dios mio! que le van hacer, que le vamos hacer, mejor ya no”.
A mitad de camino como llegando a la estación de los antiguos ferrocarriles de Gamarra, mi papá detuvo el auto y se bajo, le abrió el baúl a la perra y esta salto desorbitada al pavimento. Estaba muerta de sed. Mi papá de inmediato corrió veloz al volante, puso primera, hizo un giro como de película y acelero rumbo Aguachica. Se escucharon carcajadas, todos nos reíamos y la perra aunque intento darnos alcance no lo logro, la veíamos todavía a lo lejos, como una volita de pelos trotando... incansable seguramente decía; "no me dejen, no me dejen, espérenme, espérenme... no íbamos a comer pescado".
De la risa y juerga, y de la satisfacción por la maldad misma de votar a la perra, a mi papá por poco lo estrella otro vehículo que venia en dirección contraria a gran velocidad. Lo esquivo como dicen los vulgares “por un pelo”, pero en la acción para salvarnos tuvo que salirse de la vía, yéndose cuesta bajo dando varios giros hasta que perdimos la conciencia. Al despertar margarita estaba a nuestro lado lambiendo-le la cara a mi papá. Mi hermano adolorido en su inhumanidad replico; "la viéramos llevado mejor vía a Bucaramanga más lejos..." .

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