Publicidad

martes, 11 de abril de 2017

Anomalía Temporal

Fuente: http://www.radioactiva.cl/2015/10/
Me encuentro atrapado desde hace muchos años en un autobús, viajo en el eternamente sin destino alguno. Lo llamo el Coagulo.  
 Mi llegada al Coagulo fue sorpresiva, como si me acabaran de parir. Sí, aparecí de repente dentro de un armatoste que era como un ataúd con ruedas, forrado por dentro con telas baratas de colores lúgubres. Sostenía en mi mano derecha un tiquete lila, solo mirarlo me mareaba. En la otra mano llevaba un ciento de bolsas para vómito, el cual nunca supe quien me las había dado. Las luces del interior apagadas permitían concentrar la atención en el televisor de abordo, encendido este se inundaba con  cucuyitos grises por falta de señal. Al principio no pude entender qué hacía dentro del nauseabundo transporte, pero me vine a dar cuenta que era como una "anomalía temporal" cuando pasaron cinco años y no llegaba a ninguna parte. Además conmigo había más personas, nos hacíamos compañía entre todos. 
Por un tiempo se me zafaron algunos tornillos, cualquiera en mi situación se veria afectado. Yo enloquecí como ningún loco, y me tomé el autobús a mis anchas. Gritaba, insultaba, me daba en la cabeza contra las ventanas y golpeaba el palabristas mientras el conductor permanecía impávido. Había perdido el juicio por completo, no era para mas, el aburrimiento que sentía era inmenso, no se podía comparar a ningún otro sentimiento que antes hubiera experimentado. Era como ver novelas mexicanas eternamente y mucho peor. Como no podía escapar de ninguna forma, decidí combatir el tedio a como diera lugar. Con miras a esto tomé una caja de cartón y la desarmé, luego la enrollé en forma de cono y con ella le daba de totasos a los pasajeros por diversión. Tenga un calvaso para usted porque me cayó mal de entrada, otro para la señora de la mitad por hablar tanto durante el viaje y a nadie le importa los chismes que usted trae. Deje dormir. Uno para usted por usar dos puestos como cama, dos para la madre que no es capaz de callar a su bebé y otros tantos para todo el mundo, por cochinos, por tener el baño como una poza séptica. Y así les daba duro a todos y en eso me la pasé durante varios meses, aprovechándome de la buena voluntad de mis compañeros de viaje, o mejor; de su indiscutible estupidez, debido a qué todos se comportaban como unos grandes idiotas. Ya que no protestaban por nada de lo que yo les hacía. Podía fregarles la vida a mi antojo, no dejarlos dormir, Y quitarles la comida. Y los tontos seguían como si nada, eran como zombis. Descubrí incluso que no sabían que estaban atrapados y mucho menos que estaban en este vórtice revuelto. Todos aún pensaban que viajaban hacía algún destino en particular. Cinco o más años dentro del autobús y seguían convencidos que pronto habrían de llegar a su destino. Había una muchachita -muy linda ella por cierto-, que creía que iba para Bogotá a pasar las vacaciones con sus papas. Una pareja de recién casados esperaban llegar a Cartagena de Indias -a la luna de miel quizás-, una viejita iba para Cúcuta a vender una casa, y por no hablar de todos; había un oriental que esperaba llegar a Tokio, este chino ni hablar, si que andaba perdido, seguro fue que se equivocaron cuando le vendieron el pasaje. Menos mal que no hay políticos abrazando con hipocresía, ni curas echando la señal de la muerte, o sino la cosa sería peor.

Edwin B. Quintero
edwinbladimir@gmail.com




No hay comentarios:

Publicar un comentario